22.4.12

sábado de pulpo


Sólo en la oscuridad puede decirle esas cosas. En la penumbra. Hay tanta luz en las calles que deben cerrar las cortinas, echar hielo en una jarra de agua, agregarle unas gotas de limón y dejarla en el velador. Para después.
Esa mañana van a la caleta de pescadores y compran un pulpo rosado. Lo cocina frito, le agrega vino y rodajas de cebolla. Lo comen en el patio, bajo la parra. La ciudad calla bajo el calor. Sólo el mar a lo lejos.
Se aman a medialuz, bocas saladas, agua de hielo con limón. En la calle voces en idioma extraño, turistas que van por las calles de piedra. Adentro, un casi silencio: George Dalaras canta bajito en una radio olvidada. Amor de horas lentas.

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