19.12.09

extraviados

"hello cowgirl in the sand, is this place at your command?, can I stay here for a while?, can I see your sweet smile?"


ningún mapa me lleva desde sus ojos a sus pecas
sólo este vaso de agua fría
el sol y el camino
el libro que escribiré le hablará de esto a nadie:
de sus pupilas extensas
que los tiempos arrastraron río abajo
qué se yo
la luna, los planetas
algo no cuajó
y más que ser quisimos ser
soñamos ser - diría usted
y quizás tenga
toda la santa puta razón

collage - frank h.
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12.12.09

la vida nos hace puré


la vida nos hace puré
estudia nuestro estilo en los primeros rounds
valora nuestros jabs
la pasta que tenemos al ataque

somos campeones de campeonato propio
de allí para arriba
nos la jugamos a un cambio de táctica
el mundo abuchea alrededor
nadie trae el espejo que pedimos

degenera en golpes bajos
mordidas
empujones
en los últimos minutos
hacemos de payaso
sorpresivo moonwalk en medio del ring

terminar en pie
eso es todo
un gramo de orgullo intuitivo

campana final


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2.12.09

charla

así que esto es estar jodido, se dice el viejo a sí mismo, sentado en baranda de la terraza del rascacielos más alto de la ciudad, con las piernas colgando en el vacío, mientras un viento gélido barre las calles y la noche envuelve lentamente el mundo.

hace algún tiempo que no siente nada.
me cuenta que lo único que alivia el manojo de clavos y tornillos oxidados en su garganta es medio vaso de whiski o llorar solo, ahí, en lo alto de ese monstruo de acero y hormigón armado o camuflado en la sombra de un árbol un domingo por la noche.

a esto, le digo al viejo, le llaman tocar fondo. es cuando uno se hunde, se va a pique, atraviesa todas las capas geológicas hacia abajo, como un paracaidista inmaterial. la corteza, el suelo, el manto rocoso, la magma y sigue aún más abajo.

okey, ya estamos aquí, dice el viejo cerrándose bien la chaqueta, y ahora qué?
ya no se puede bajar más, esto es el culo de todo, roca sólida, sin oxígeno, sin rayos de sol, sin internet inalámbrica. cuesta acostumbrarse.

el viejo hace noventaynueve marcas en la lista de 'shit happens' y me mira.
lo bueno, le digo, es que desde aquí sólo se puede subir. listo. llegamos. ahora de regreso arriba.
se toma su tiempo. el viento se ha hecho más fuerte y más frío. la ciudad es un murmullo lejano. empieza a nevar.


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30.11.09

mesero en la calle de los bohemios

mesero en la calle de los bohemios. de día, mejor dicho de mañana, cuando los señores feudales aún no hacen su aparición montados en corceles invisibles. el sol salta y rebota de chuchería a manubrio cromado de bicicleta. un sol de luz blanca que arremete sin filtro alguno, derecho, inmisericorde, a la retina descuidada.

los fantasmas quietos que habitan las islas sombrías de ese universo dual se deslizan entre nubes de café, se sientan, leen el diario, escriben, bosquejan la calle y los terrícolas. a veces levantan la mano y piden un croissant.

a las doce en punto llegaba la viejita. puntual. llueve o truene. haya tormenta desértica o huelga de buses. a las doce.
se sentaba siempre en la misma mesa de la esquina. y ya lo sabíamos - mozos y cocineros - se le servía el almuerzo del día, completo. con postre y café. no hacer preguntas y tratarla con mucho respeto. órdenes del dueño.

al rato se iba. daba las gracias y se adentraba en el cosmos blanco del sol. nunca se le llevó la cuenta, ella nunca la pidió.

hace tantos años de todo eso, ¿quién sería aquella anciana? ¿qué habrá sido de ella?


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27.11.09

diálogo universal número uno

harto de las críticas por la muralla que - según el mundo - me separa del mundo, agarré un martillo grande, de esos que llaman combos, que son para derribar cosas viejas - casas, templos, parlamentos, cosas así. me fui con mi combo hasta la muralla y la agarré a combazos. dale que dale. hasta que comenzó a ceder, aparecieron grietas, unos ladrillos aflojaron y pum, pam, pum! empezaron a aparecer hoyos.

¡para huevón, para! - me gritaron - ¿qué cresta estai haciendo?
¡putas huevón, botando la muralla! ¿es tan difícil darse cuenta?
no cabrito, déjala así no más. no botís ni una cuestión.
pero si alegabai tanto por la pared...
sí, pero es peor. déjala no más.
bueno, a mí me da lo mismo.
sí, déjala así no más. no queremos saber nada con vós. ni verte queremos. eres demasiado raro, sabís?
bueno, bai no más.
¡bai!

(escrito en dialecto chileno)
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23.11.09

edicto


avistamos horizontes de tiempo desde el parabrisas del día, pero la noche nos atrapa en su telaraña de espectros, tersa, casi invisible, impalpable a los seres afligidos del artificio mezquino, de las noticias, de las cambiantes circunstancias invariables.

es que aún hoy, como en esos tiempos de liras y salmos, un viaje al desierto es lo que alivia el alma. la soledad. el silencio. la quietud te abraza, maternal, y te regala una mujer de fuego que calcina tus heridas.

aparte de eso no esperes mucho. incluso emperadores nacen y mueren solos.


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9.11.09

empirismo


el estudio genético de nuestro espíritu
entrega datos inesperados
la química invisible
y los iones de la esencia
no se comportan
según las leyes conocidas

seríamos según los paleontólogos del alma
un extraño híbrido
de árbol y serpiente
de payaso
y hormiga guerrera

en vías de extinción


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31.10.09

escultor


el escritor atesora palabras
abre el diccionario al azar
y anota en su libreta
las que no conoce

las observa bañarse en la leche de la página
las mueve con el índice si están dormidas
las limpia con cuidado y las deja secarse
bajo el sol que entra por la ventana

en la noche intenta escribir con ellas
a veces resulta un triángulo
y a veces un poliedro
a veces una silueta de mujer o una calle empedrada

sin un plan evidente, a veces
hablan de Rahab o Melquiresha
pero en general acuña legos de amor
y los adorna con palabras desenterradas


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20.9.09

instantánea


una mañana amarilla en que el sol asegura que no hay noche ni invierno va y saca del armario el peso adulto, muerto y frío y su sombra parece un largo molino cuando sale al porche y baja los escalones hasta la tierra pisada

lo carga unos metros y mientras lo expone a la respiración del verano piensa que también podría ser un lápiz mágico, el bastón de Moisés, la lanza de Lautaro

no hay botes blancos subiendo por el río ni John ahoga en alcohol a Emmy-Lou*
sólo una mañana que se abre con todo el día por delante
con todo el tiempo de todos los mundos por venir
como un túnel de luz y nubes


* referencia a la canción "Powderfinger" de Neil Young
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12.9.09

conjuro


un pequeño libro con las instrucciones para vivir a cien centímetros del suelo yace abierto en una alfombra de arena - solo y ciego - esperando una muerte lenta

rodeado de una corte de seres marinos, quieto, semienterrado, como si fuera una carta no enviada momificándose al fondo de un cajón bajo una cajita de pañuelos desechables

en el aire quieto y perfumado del estudio de un psiquiatra-ilusionista con armarios de vidrio esmerilado

que muy bien se puede guardar la sonrisa y la mirada indulgente para otra
para alguna triste esclava de si misma, o de sus padres (que hicieron lo mejor que pudieron), o de la puta vida que le tocó vivir

nosotros ya tomamos la carroza a París y a mitad de camino, en el abrevadero de Antoinette o Florentinne, algo así, latigamos los caballos y nos evadimos al galope, esquivando las piedras y saltando troncos desplomados

hasta esas playas anchas del sueño donde nos bañamos como niños y nos secamos al viento
y después, en la casa de las piedras dormidas, te preparaste como joya, como pastel, como postre de miel, tras las puertas que las mujeres nunca abren

no volveremos jamás, dijiste al rato, recostada en mi pecho
no contesté pero estuve de acuerdo

arte: frank h.
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8.9.09

cronosueño 1955


Restaurante de carretera, desayunos baratos.
- Un café, por favor.
- ¿Y para su amigo?
- Cerveza.
- ¿Ahora? ¿En la mañana?
- Ahora mismo.
- ¿Algo más?
- Par de huevos fritos, tocino, tomates, queso blanco.

Limpia el mostrador, me sirve el café y pregunta:
- Su amigo, ¿qué anota en esa libreta allá afuera?
- ¿Jack? Escribe un libro. Un libro sobre cómo ser vagabundo.
- Mmmm, no creo que mucha gente lo vaya a comprar...
- No le interesa. Lo pasa bien escribiéndolo, eso es todo.
- Y usted, ¿también escribe?
- Un poco, pero lo haré más en el futuro, el próximo siglo.

Me mira con ojos de duda, el trapo en la mano. Acerca el azúcar:
- En el futuro - repite.
- Sí. Escribiré en una computadora.
Sonríe: - ¿Y su amigo también?
- Nope! Él no. Pero él será famoso.
- Con el libro sobre vagabundos.
- Con el libro sobre vagabundos - le confirmo.

Elevo la taza como si fuera champaña, "Chin-chín!" le digo y me tomo el primer espresso del día.
- Y usted, ¿también va a ser famoso?
- No, en absoluto. Apenas me conoceré yo mismo.

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5.9.09

chantaje


Es ridículo decir que es de noche: aquí siempre es de noche.
Sin embargo cuando el cielo es como la tinta de un calamar que ha pasado toda su vida entre los restos de un galeón español hundido por piratas, uno tiene la sensación de noche, verdad?

Vamos sentados lado a lado sin decir palabra, viajando a la velocidad adecuada. Yo, en el asiento del conductor, dedos sobre el volante - apenas rozándolo, como si fuera el contorno de una mujer pantera que siempre reacciona diferente al tacto de tus dedos.
Ella va en el asiento del copiloto, con el traje rosado y el cierre abierto hasta el valle donde comienza la separación de los pechos.

- ¿Es esta nuestra primera pelea? - dice.
- Parece - digo al rato. Después silencio.

Arriba, a la izquierda, Nuba Secretis tiñe la negrura de violeta. Hemos estado juntos por cuatro años (lo que parece increíble) y nunca hasta hoy habíamos discutido (lo que parece aún más increíble). Una tregua tan larga, solos y encerrados en la nave, no se da jamás - algo así como un político sin contactos con la mafia.

Al rato siento su mano sobre mi rodilla y después bajando el cierre de mi traje. Me aferro al volante como un trapecista que se prepara a recibir a su compañera que viene hacia él girando por el aire en un salto mortal sin red. Siento su mano dentro de mi traje. Extrae mi instrumento, se inclina en su asiento y su cabellera roja baja hasta mis muslos. ¡STOP! la imagen queda congelada en el aire, flotando ante nosotros.
Ella, aún sentada como copiloto, apaga el Mind-Reader con una sonrisa. Deja el aparato en la consola y me mira.

- Está prohibido darles agua -le repito por enésima vez , escondiéndome detrás del código.
- ¿Y desde cuándo te importan una putamadre las prohibiciones del código!?
- Oh, Miyú, ¿vamos a empezar de nuevo?
- No - su rostro se tensa - Son personas - dice - podríamos ser tú o yo.

Yo no quiero discutir más, yo lo único que quiero es entregar el cargamento de leprosos, cobrar la paga e irnos a las playas de Cuba a tomar daiquiris y a hacer una revisión completa del Kamasutra, edición de lujo.
De seguro que viene Fidel a visitarnos, con sus camisas hawaianas y sus shorts de seda. Saldremos una noche a beber Appletons con su amigo Bill y a fotografiarnos en la mesa donde Hemingway se sentaba a escribir en su libreta.

- No son leprosos - me dice.
- Así les dicen - contesto.

Nuevamente silencio. Enciende el Mind-Reader y pone la última escena en pausa, flotando como un sueño frente a nuestros ojos: mis manos en el volante, su cabello fuego-lava-llama-sangre cubre mis piernas.

- Okey - dice y señala la imagen quieta - eso, ¡nunca más! O, a cambio les das agua, y entonces Cuba, nuestro libro hindú y tomar ron con Fidel y Bill..."

Lo pienso. Me levanto a llenar los cubos de agua. Elijo los cubos grandes. Mientras trabajo ella me grita desde la cabina - ¡Podemos hacer Kamasutra sólo por tres meses más!

Llevamos unos cincuenta leprosos. Con la paga tendremos playa y palmeras por buen rato. Pagan bien pues la cosa está jodida - descubrirlos y cazarlos no es fácil. ¿Pueden creer que uno era el Presidente de Austria? Shit, ya no se puede confiar en nadie. Va en nuestro cargamento. Ahora podrá postularse en Plutón, el planeta cuarentena.
Reparto los cubos entre los gritos de los enfermos con sus rostros azules agujereados y sus manos de dos y tres dedos.

En el pasillo de regreso mi mente conecta dos cosas: "Kamasutra sólo por tres meses más" y eso de que ahora se baja el cierre el cierre del traje hasta el valle donde comienza la separación de los pechos pues "le aprieta".
Me apoyo en la pared - ¡eso es! - siento gusanos en mi estómago, un mareo, pero más que nada, siento ganas de abrazarla.

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30.8.09

cruce de caminos


Llevamos viajando dos días y el desierto no se acaba - a medida que avanzamos el desierto crece, se extiende como una mancha de formalina por el piso de una morgue después que un frasco lleno de cerebros se ha resbalado de las manos del ex convicto que limpia el lugar.

El desierto tiene una calma que se pega a la piel y deja manchas de sudor bajo los brazos y la camisa húmeda adherida a la espalda. Primero se maldice el sol, el polvo del aire que va formando una alfombra sobre tu lengua seca, luego se maldice el calor.
Pero poco a poco la calma del desierto te atraviesa y te va tranquilizando, tal como ese rayo que atravesó al golfista solitario en medio del campo de golf, matándolo y dejándolo fulminado sobre el césped pulcro, sin poder ver que la pelota que acababa de golpear cruzó el aire de la tarde como una cometa avergonzada, rebotó una vez en el pasto, rodó varios metros y cayó (cloc!) limpiamente en el hoyo número seis.
Tiro perfecto! - el del golfista y el de los dioses del rayo.

Un rayo diferente, de otro tipo - más parecido al que afectó la vida de Michael Corleone en Sicilia - fué el que me partió los sentidos cuando la ví en el restorán caminero sirviendo hot-dogs a un grupo de bebedores de cerveza local, esa hecha con malta de cielos secos, que crece en tierras áridas donde lo único que el viento agita son los pellejos de serpiente abandonados.

Cuando se agachó a poner en mi mesa el plato con huevos y el café me llegó su fragancia de jabón y agua, simple como pan con mantequilla y decidí que le escribiría un poema - a ella, a su olor sin aderezos y al escote de su delantal.

El poema fue abriéndose lentamente, como una hidra en marea baja. Se lo leí una noche en una cama de motel a la luz de la lámpara del velador. No dijo nada, a su manera, pero metió la mano bajo las sábanas y comenzó otro de sus juegos.
Por hoy ya le he escrito decenas de poemas en servilletas.

Una madrugada que viajábamos con las ventanas bajadas vino un azote de viento indio que hizo volar varios poemas desde el piso del auto y los sacó por las ventanas como pájaros liberadas. Los dejamos en el desierto: ya que querían irse con el viento, que se fueran.

Esa vez, después de tomar mi pedido en el restaurante me preguntó adónde iba y le dije que no sabía, pero que lo sabría cuando llegara. Se sacó el lápiz sobre la oreja, escribió algo en su libretita de pedidos y me entregó el papel. Lo leí y lo guardé en el bolsillo de mi camisa. Mientras comía saqué una servilleta, la extendí sobre la mesa como si fuera a envolver en ella un diamante de doscientos quilates encontrado en las selvas de Guyana, y le escribí en ella dos párrafos claros.

Unos días después de los párrafos de la servilleta, ella preparó una maleta, cerró su casa y se vino conmigo.
Tras el desierto vendrán los bosques, después la tundra y después la nieve.

Quizás alguna vez volvamos al pueblo donde ella atendía el restorán caminero. Quizás alguna vez vuelva al edificio que abandoné una noche después de limpiar el piso y ordenar nuevamente los cerebros en un frasco de vidrio.
No se. Sí se que me gustaría regresar en unos años más y poner una flor y una piedra en el lugar en que cayó el rayo en medio del campo de golf.

Abro la guantera, saco la pelota blanca que recogí del hoyo seis que aquí, en el auto, parece un silencioso huevo de pinguino, la coloco entre sus manos y comienzo a contarle la historia.
Lejos, el sol se va tras las mesetas, el cielo se pone rojo. En la radio, Ben Webster.

arte: frank h.
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28.8.09

esencia


soy
el eslabón de una cadena
un caballito de goma
y un jeep de lata
un casco romano
la .38 de Dick Tracy
y el sexto tomo de una enciclopedia

soy Salgari,
Bradbury y Dickens
un patio andaluz,
un tornamesa plástico
y un premio de arte

soy sol, sueños
y risas,
un signo de pregunta
una palabra no dicha
una nube que llueve hacia adentro

soy George Harrison,
Paul Simon, Neil Young,
también Vivaldi,
Prokofiev y Mozart

Blanco, Hemingway, Oz
Sorolla, Rothko y Chagall
soy un viaje en tren
una estación en la noche
un antiguo niño perdido

soy muchos finales
muchos borrón y cuenta nueva
y llevo todo eso en una mochila cósmica
que me servirá de almohada
hasta mañana al amanecer

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11.8.09

la última modelo del siglo XX


11:30 AM. enero. año 2000. la llamo por teléfono y le propongo que nos escapemos del trabajo y vayamos al puerto viejo de Tel Aviv a comer pescado. es pleno invierno y llovizna. el mar está oscuro, inquieto.
caminamos por el malecón en desuso. cinco pescadores lanzan los anzuelos moviendo sus cañas con destreza de mosqueteros. los observamos y respiramos el viento con anuncios de tormenta.

cuando nos volvemos vemos un grupo de gente abajo, entre los pilares del embarcadero.
son un fotógrafo, sus ayudantes y una modelo que van y vienen sobre las piedras y la arena mojada. el fotógrafo da indicaciones y la modelo posa mientras a su alrededor otros miden la luz, apuntan espejos, le arreglan el pelo y le maquillan los labios. click! y todo el grupo se desplaza a otro lugar volviendo a repetir el ritual.

en algunas tomas la modelo está desnuda desde la cintura hacia arriba - estatua por unos segundos. después del click una mujer va hacia ella con una frazada y la envuelve - estamos seguros - más por frío que por pudor.

nos vamos del puerto viejo sabiendo que nos vamos de él en serio. el cielo de metal cruje con un trueno lejano y el viento que anuncia tormenta sonríe: ¿no les dije?

el lenguado en salsa de ajo y el sauvignon tienen un gusto raro, pero los culpables no son ellos, somos nosotros - aún dudamos de nuevas vidas, de cielos extraños y de tormentas desconocidas. regresamos a la casa a holgazanear toda la tarde gris, entre azotes de viento y lluvia, haciendo el amor con una sombra de tristeza encima.
sentimos que nuestras almas se abren a constelaciones diferentes, pariendo nuevas infinitudes.

arte: frank h.
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5.8.09

confesiones inapropiadas


siempre te tuve ganas sobre la mesita de centro , como en esa escena de Kieslowski , la que filmó desde abajo

el polaco era un genio, yo - aparte de mirarte las piernas cuando te subiste a la silla para alcanzar el libro - no le llego ni a los talones

te ayudé a bajar , agarramos las copitas y de nuevo al sofá , el libro amarillo entre tus manos , como un canario aplastado

un sorbo de vino , y empezaste a leer el poema – algo sobre los carruseles del siglo veintiuno – hago como que escucho y te imagino de bruces sobre la mesa de centro

“y hasta es de vidrio” , me digo – "como en la película" , lo confieso abiertamente: por la escena imaginaria , no pienso pagar derechos de autor

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2.8.09

alborada


siempre nos gustó el amanecer
todo es tan distinto cuando se va la noche
y la luz abre escena allá al fondo del mundo

por ejemplo, la brisa del amanecer
los buses calentando motores para el primer viaje del día
y ese sol inicial que nos despertaba en el Mar Rojo
para que lo abriéramos de nuevo
para que separáramos las aguas con nuestro cuerpo

un amacener tuvimos a Ehud
cantándonos eso de "...seguir viajando...",
como una señal, como una maldición podrías decir,
siempre adelante, un paso más - cuando ya todos han caido
seguir adelante - eso es lo nuestro

siempre nos gustó el amanecer
abrir ventanas, la flauta en el wadi,
y las olas que no quieren borrar de la memoria
esas tenues huellas de cangrejo
que casi se desvanecen
en la arena suave

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15.7.09

Ni Superman


Lo recuerdo con toda claridad: fue uno de esos días en que no hay a quien culpar - no a los políticos, no a las tormentas ni a los terremotos, no a los comunistas de Mao y ni siquiera a la CIA. Punto. The game is over, gentlemen!
Fue uno de esos días de revelación - esos en que te das una rápida mirada en el espejo de la vida, escupes el chicle, agarras lo que tienes a mano y sales a pelearla.

No porque quieras, si no porque no tienes otra salida: eres un mísero conejillo de laboratorio de los dioses y ya no sacas nada con alegar por las injusticias o con pedir otra oportunidad porque "no estabas preparado y nadie te avisó".
Esas cosas, mi amigo, en los días así le interesan un pucho a nadie - incluso la Madre Teresa te daría un par de bofetadas y Mahatma Ghandi te empujaría al precipicio si anda falto de raciones, me entiendes?

Los marcianos nos cayeron como diluvio un domingo después de almuerzo cuando todos se preparaban para ver por la tele el partido final del Mundial entre Brasil y la Toyota (recuerden que la Toyota compró en el 2075 un país antes conocido como Colombia y se instaló allí, siendo inmediatamente reconocida como miembro por la FIFA).

Yo no veo futbol desde que se permitió la inclusión de robots en los partidos, así es que esa tarde la paso durmiendo y leyendo unos libros que un poeta escribió estando en la isla de Juan Fernández.

Es casi de noche cuando Jenny me llama desde el dormitorio - apago el cigarrillo, abro la puerta del balcón y me meto a la casa dispuesto a dejar en alto las acciones de la multinacional varonil - pero, desilución, mi presencia no es requerida para calmar ningún azote hormonal femenino, si no para que vea las noticias.

Al principio creemos que es una broma de algún pelota émulo de Orson Welles, pero empezamos a preocuparnos cuando pasamos por el canal japonés y vemos gente corriendo en todas direcciones, despavorida, sin ningún Godzila a la vista.

Le digo a Jenny que se vista (algo que jamás le diría a una mujer en circunstancias normales).
Yo estoy estoy llenando a la rápida una mochila y Jenny poniéndose el sostén sobre sus adoradas gomitas cuando anuncian que Superman ha muerto, acribillado por los invasores con balas de kriptonita... mierda, la cosa se pone negra!

Escuchamos los primeros gritos en nuestra calle.
- Mi amor, moriremos juntos! - me dice Jenny, y yo que hago el piedra:
- No le arrugo a unos marcianos hijoputas!

Salimos por la puerta trasera al callejón de la basura, abrimos la tapa del desague de la esquina y bajamos a las catacumbas de la ciudad. Cerramos bien, detrás nuestro.

(ilustación - Frank H.)
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6.7.09

enmienda


lápiz rojo implacable
corrige
la luz de la tarde
y la devuelve a los dioses
con indicaciones
y notas al márgen

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3.7.09

meditación sobre tres actos urinarios


La novia entró al baño con dos amigas que le sostuvieron la cola del vestido, los velos y los adornos mientras pichaba. Eran jóvenes, hermosas y estaban mareadas de alegría y coñac endulzado con guindas. Una de ellas estaba perdiendo por puntos su pelea contra la fuerza de gravedad. Se atropellaban para hablar y reían.

El novio orinó en silencio, camisa abierta y corbata suelta. Por la ventana miraba el césped, la cerca, la playa de piedras. En una esquina, dos caballos rubios parecían escuchar la música que venía de la casa. Se apoyó en el marco y sonrió al percatarse que su vida había cambiado para siempre.

Tiempo después, el novio está finalizando una tranquila afeitada de mañana de domingo cuando ella entra al baño, se levanta la falda y se sienta en el toillet. Los ojos de los dos se encuentran en el espejo. Cuando se levanta se acerca a él, "El café está listo", le dice.

He calculado que la meada promedio es de 20 segundos ± 6.7, y para los hombres es un acto solitario y silencioso, casi meditativo. Para ellas es un rito social, compartido y muchas veces conversado.
Los machos humanos somos diferentes a los otros machos mamíferos. A diferencia de éstos no usamos la orina para marcar territorios. Ellas sí. Mean sólo con sus seres queridos: madres, hermanas, amigas, hijas, hijos, esposos, amantes.

Si una mujer te deja entrar al rito de mear, eres parte de su territorio sentimental.

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2.7.09

hot-dog de dinosaurio


A veces me como un hot-dog completo con amigos imaginarios. Como esa tarde a las tres, cuando estaba en una fuente de soda de Valparaíso y entra Jethro y se sienta a mi lado.

- Hola J., ¿en qué andas, niño?
Me cuenta que va camino a Viña a ver la película de Madonna en la matiné.
- Pero si ya son las tres, J. vas un poco atrasado - le digo. Se queda en silencio, después dice: - Shit, voy a tener que ir a vermút.
Así era J.

Me cuenta que ha visto la película cinco veces porque está enamorado de Rosanna Arquette. Qué coincidencia, yo también estaré enamorado de Rosanna Arquette, pero años más tarde, cuando trataba de convertirse en artista en New York y Nick Nolte lo único que quería era montarla.
También ví esa película varias veces y “Life Lessons” era mi historia preferida de las tres, por Rosanna y por la música. Pienso que es lo mejor que ha hecho Scorsese, que ha hecho mucho y muy bueno.

Termino el completo, termino la Cocacola.
- ¿Y qué hago hasta las seis? - pregunta J. al cielo. Como siempre, el cielo no responde, le respondo yo:
- Ahora me voy a comprar el long-play de Neil Young - le digo - ¿vas conmigo?
- ¿Cuál? ¿Harvest?
- El mismo - le contesto.

Caminamos por la avenida Pedro Montt. y J. empieza a hablarme del disco de Janis que "le prestaron". Efusivo, asegura que Balls and Chains le cambió las perspectivas del cosmos.

Era una de esas tardes multi-estacionales: pasaba de verano a otoño y de invierno a primavera, de hora en hora. Era marzo-abril. Era cuando había tiempo.
J. saca su flauta y se va entonando esa canción que decía “… fué mi primera y última vez contigo. caminamos por el bosque y lo pasamos bien…”.

Caminamos la ciudad. Y lo pasamos bien.


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1.7.09

diez mandamientos


no flores
ni ositos de peluche
no noticias en la tele
ni hojeo de diario
no otras piernas
ni otros labios
no otros ojos de paloma
sólo éste pubis nido
estos pezones de rosa
y esta saliva de mares
amén


(collage - frank h.)
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30.6.09

no es pic-nic ser boludo


al final, antes de irse, el boludo hasta firmó autógrafos. quién iba a decirlo.
vino gente a despedirlo esta mañana de domingo, vino un reportero del diario local a tomar fotos y por la radio, entre premios, goles y rancheras, se comunicaron con el malecón y entrevistaron a algunos que le hacíamos rueda antes de la partida.

el boludo revisa su traje, el aparato de aire, chequea relojes y corrige gauges. lo verifica todo tres veces, pues sabe que es boludo y puede meter la pata. finalmente se da por satisfecho y sonríe como boludo desde la escafandra.

no es fácil ser boludo en este mundo - "este mundo es de los listos", le había dicho Pamasanda Yogamandatra, el sabio hindú al que había escrito consultándole sobre sus esperanzas de boludo en la vida.
el email respuesta de Yogamandatra había llegado rápido, conciso, definitivo: "este mundo es de los pillos" (la palabra 'chust' en urdu podía traducirse como listo, pillo, vivo).

el principio de la sabiduría comienza con la aceptación, le había dicho la sicóloga que había visitado sólo una vez porque no tenía más plata. y no confundir aceptación con resignación.

el boludo, entonces, aceptó con hidalguía su boludez, respiró profundamente y sintió como una marea de alivio y paz le subía desde los pies, le llegaba a la altura de las bolas, seguía, le cruzaba el pecho y finalmente conquistaba sus ojos y su mente.
tras la aceptación de su genética innata, de ese entramado de huevonismo que soportaba todo su ser, se sintió mejor que nunca, casi feliz.

esa es, más o menos, la historia - ahora estamos aquí en el malecón, despidiendo al boludo que ha decidido irse a vivir al fondo del mar.
según él lo tiene todo previsto, calculado, planeado, pensado y repensado.
afirma que la raza humana es finished para él, out, off, over.

cree que en el fondo él no es tan boludo. puede ser. no se.

pero todos sospechamos lo que pasará... nadie confía en un boludo.


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29.6.09

divagaciones estivales deshidratadas


"ya no hay tiempo para leer un buen libro", dicen por ahí, lo que no es tan terrible si consideramos que tampoco hay tiempo para escribir uno. así es que nos vamos conformando sólo con los titulares de la vida. con leer la contratapa del amor.

a pesar de que la esperanza se niega a morir, está mal herida, y a falta de una bandera en el tope que aliente a las escazas tropas de la luz, la oscuridad avanza en movimiento envolvente con la caballería atacando desde el sur y los cañones dale que dale, bien empotrados en las colinas del norte. esas mismas colinas que una vez fueron verdes y albergaron ciervos y zorros.

los amigos han ido desapareciendo, como las ideologías, sin darnos ni cuenta. y hay revoluciones, golpes de estado, millones de blogs abandonados. gente nueva se está tomando el planeta. quizás hasta sea para mejor. nosotros no fuimos ningún regalo del cielo. pero algunos tratamos. claro, con más ganas que sesos.

sólo queda esperar las últimas musas, atrasadas, cartuchos disparados al aire, porque ya nuestro único objetivo es esto de no tener objetivo. una especie de zen de mala muerte, confeccionado a medida. fumarse un cigarrito, esbozar una idea irrelevante, desdoblar una poesía incierta, dudosa, y esperar que Dylan y Young no tiren la toalla pronto.


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28.6.09

recuento


nueve de la noche
cien kilómetros por hora
carretera 24 este

insectos revientan contra el parabrisas
el cd de Bill Wythers para pensar en ella
y el de Mozart para olvidarla

hotel Denny's - ducha larga
soberano de cama sola
teléfono - noche sin cuento

mañana
el mundo comienza de nuevo


collage - Tammy Wilder
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12.4.09

trozo de piel


Esta es la historia de un hombre cuya vida fue salvada por su pene - en realidad, por parte de su pene. ¿El hombre? Yo. ¿La historia? Aquí va.

En 1947, después de ganar la Segunda Guerra Mundial, los alemanes entraron de lleno en la carrera espacial. El 25 de abril de ese año anunciaron el lanzamiento del Orfeo, primer satélite que superaría la gravedad terrestre portando un ser humano, por supuesto - un germano.
El mundo estaba estupefacto y mi jefe - editor en jefe del Metropolitano - me llamó a su oficina.

Esa tarde, en el pequeño departamento que compartía con mi chica, preparé una enorme ensalada y cenamos con las ventanas abiertas, gozando de la primavera que ya se sentía en el aire. Yo esperaba el momento adecuado para decirle lo del viaje - sabía que no le gustaría.

El Orfeo, el satélite alemán, era el colofón de una serie de experimentos con casi toda la escala zoológica en el espacio. En Germania, Adolf estaba contento y quería algo espectacular que afianzara su popularidad en el mundo entero: poner en el espacio exterior un cosmonauta alemán, lo que demostraría la superioridad aria no sólo a sus millones de fans, si no también, a los pocos enemigos que aún le quedaban.

Y mi chica era uno de ellos. Yo mismo era uno de ellos.
"El periódico me envía a Germania a cubrir lo del Orfeo", le dije cuando tomábamos una copa de vino blanco. Discutimos.
Vaya si lo discutimos. Finalmente, desesperado pues ella anarbolaba diestramente argumentos morales, logré el voto del pragmatismo.
"Marilyn", le dije, "Sabes lo afortunado que soy de tener trabajo. Hay millones bajo los puentes muriéndose de hambre. Si pierdo esto no podremos casarnos - no al ranchito en las afueras - ya sabes. Seremos dos más bajo los puentes."

Finalmente la convencí y nos besamos, nos fuimos a la cama e hicimos el amor tres veces. Dos de ellas, seguidas.

En la mañana, me duchaba pensando en el viaje a Germania. Seguramente el vuelo partiría desde Dallas - que había pasado a ser nuestra capital después del bombardeo nuclear de los chinos sobre Washington.

Salí, cerré el agua y me jaboné la cara para afeitarme. Estaba allí parado cuando Marilyn abrió la puerta de un golpe y me dijo, "¡No puedes ir!" - como vió mis asombrados ojos de pregunta, repitió a modo de respuesta - "¡No puedes ir!" y apuntó con su índice directo a mi miembro, que en esos momentos apuntaba al suelo y del que colgaba una gotita de agua de ducha.

Mi jefe se movió en su asiento, incómodo - no era hombre de cambiar ideas, "Bueno", dijo finalmente, "Veré a qué otro puedo enviar... lo siento, era una estupenda oportunidad para tí."

Esa noche nos revolcamos de la risa cuando le conté que el jefe me habia preguntado si no era posible algún tipo de operación para reinjertar en prepucio. Marilyn se apretaba el estómago a carcajadas y cuando nos pasó el ataque de risa, se limpió unas lágrimas que le asomaban en los ojos, "Ay!, dijo, creo que me meé".

El periódico envió Tomi a Germania - un periodista joven, inexperto, pero muy vivaz.

Una semana después mi jefe recibió una caja enviada por correo oficial por las Autoridades Raciales de Germania, junto con una violenta nota que negaba al periódico toda futura entrada de nuestros enviados al país. El jefe no era en realidad muy avispado, después de querer enviarme a mí, había enviado a un negro. La caja traía, envuelta en una bandera rojinegra, la cabeza de Tomi.
Pobre chico - por lo menos, había muerto con las botas puestas, en ejercicio de sus funciones - esto le asignaba a su madre, una cuota de arroz, aceite y harina por el resto de su vida. Y en estos días, gente, eso es más que mucho.

Yo seguí trabajando en el periódico y tratando de escribir mi primera novela. Marilyn ganó un concurso para actrices novatas e hizo una escena parada sobre una ventilación del tren subterráneo, dejando que el golpe de viento le eleve el vestido sobre sus piernas.

Dice que el teñido rubio le ha traído suerte, por lo que decidió teñirse todo.
Para mi cumpleaños, Marilyn compra ahora dos regalos - uno para mí y otro para mi instrumento, al que según ella le debo la vida.

collage: frank h.
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