17.7.08

esto de ser estivales


cuando Miyú se convierte en colibrí le gusta visitar los jardines de los balnearios. asegura que el aire marino la renueva por dentro y por fuera.

un día me invita a volar hasta el patio andaluz, donde unos humanos increíbles - dice - se echan a tomar el sol y a escuchar los discos de un wurlitzer dorado y concheperla que canta desde la entrada del club náutico.

de carrera pasamos a invitar a Bombus, pero su enamorada nos cuenta que salió muy temprano a recolectar néctar y rocío, que - como todos sabemos - son la materia prima para fermentar cerveza dulce.

el escondite secreto de Miyú en el patio andaluz está entre los claveles de un jarrón de baranda. nos sentamos de cara al mar, con la brisa moviendo nuestras plumas y escuchando la música que nos llega a ratos desde el club.

más allá, los humanos con sus poses Vogue, los hombres usando las palabras como escudo y espada, las mujeres de sombrero y labios rojos, que tienen una sonrisa de trapecista inexperto en su primer salto sin red.

nos quedamos hasta el atardecer, viendo las olas formarse en el horizonte, comentando la forma de las nubes y despidiendo los yates que salen a alta mar, dudosos, como recién nacidos escapados en silencio de la sala cuna mientras las enfermeras duermen, anotamos este día kitsch en la libreta de registros inmemorables y volamos de regreso cuando el cielo es mitad azul mitad negro.


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